23/9/07

Los 11 principios de la propaganda

Joseph Gobbels (n. 29-10-1897, m. 01-05-1945) fue ministro de propaganda de Hitler, realizando un trabajo maravilloso por su causa. Hasta el último momento, el pueblo alemán se mantuvo fiel al régimen debido a su actuación. Ciertamente, sus dotes para la oratoria y el periodismo lograban sacar provecho hasta de las peores circunstancias. Como siempre, la historia la escriben los ganadores, pero siempre los ganadores aprenden también de los perdedores. En este caso, uno de los mayores legados de Gobbels son los once principios de la propaganda, que, aún hoy, son aplicados por todos quienes tienen algo que ganar convenciendo a quienes pueden hacer que lo ganen:


  1. Principio de simplificación y enemigo único: adoptar una única idea, un único símbolo; individualizar al adversario como un único enemigo. Las personas comunes tienen una capacidad de concentración, razonamiento y retención de ideas pobre; si deben pensar diferente según los distintos adversarios pronto perderán el foco. En cambio, si todos los adversarios comparten todos los defectos, fácilmente los considerarán una misma cosa y encontrarán SU adversario.

  2. Principio del método del contagio: reunir a los adversarios en uno solo, de forma de que puedan ser constituidos en una suma individualizada. Cuando el público se divide a los adversarios, no sólo se reduce la capacidad de ataque sobre ellos, sino que además pueden aparecer simpatías hacia los “adversarios de los adversarios”, incluso cuando estos últimos sean también adversarios de otra parte del público.

  3. Principio de transposición: cargar sobre el adversario los propios errores o defectos. Los defectos propios, y las dificultades sufridas por cada individuo, deben ser reflejados en el adversario. Por otra parte, debe resaltarse el hecho de que las carencias propias y los problemas sufridos, son causados por el adversario. Tal vez, el argumento más sencillo sea “Tú estás mal porque él esta bien, él tiene lo que tú no, y te corresponde”.

  4. Principio de la exageración y la desfiguración: cualquier detalle, por pequeño que sea, debe convertirse en una amenaza grave.

  5. Principio de vulgarización: la propaganda debe ser popular, adaptada al menos inteligente de los individuos. Nuevamente, hay que tener en cuenta la capacidad de razonamiento de las personas normales; hay que hacer que puedan asociar fácilmente los defectos resaltados en el adversario con sus propios problemas sin tener que razonar mucho; la información debe ser directa, con palabras simples y sin ambigüedades. No debe dejarse nada a la interpretación del público, la interpretación debe ser una sola.

  6. Principio de orquestación: la propaganda debe estar enfocada en un reducido número de cosas a la vez, atacadas desde diferentes puntos y repetidas incesantemente. Convencer a las personas de una sola cosa es mucho más sencillo que convencerlas de muchas al mismo tiempo. En cada momento, hay cosas que deben resaltarse como prioritarias, destacarlas, encontrar todos las visiones y usarlas. Tratar muchas cosas al mismo tiempo hace que las personas se confundan, se aturdan, y finalmente se desinteresen; tratar una sola, de muchas formas, todo el tiempo, en todos lados, hace que no tengan otra cosa en que pensar.

  7. Principio de renovación: hay que emitir constantemente actualizaciones e informaciones. Por un lado, complementando el punto 6, se debe mantener al público enfocado sobre una misma idea, no dejar que pierda interés en ella y si es necesario hacerla mutar lentamente. Pero también hay que renovar las ideas cada cierto tiempo, de forma tal que cuando el adversario encuentre la forma de responder, el público ya esté interesado en otra cosa.

  8. Principio de verosimilitud: hay que buscar argumentos en muchos lugares, en todas partes, y construirlos a partir de informaciones fragmentarias. Normalmente, el público no tendrá capacidad de corroborar si las noticias son verdaderas o las fuentes son confiables; sencillamente, si saben que un mínimo detalle es verdad, creerán que no tienen porqué dudar del resto, y si no encuentran ningún detalle que puedan identificar como falso, jamás dudarán de nada.

  9. Principio de silenciación: silenciar las noticias sobre las cuales no se tienen argumentos o que favorecen al adversario. Obviamente, si no se tienen argumentos para convencer al público, jamás se debe siquiera mencionar la cosa, principalmente porque el público esperará dichos argumentos cuando el adversario exponga los suyos. Si no se puede tapar el pozo, es mejor desviar el camino.

  10. Principio de transfusión: se debe aprovechar la historia y la cultura para convencer al público. Ya sea se trate de hechos históricos o de mitos y tradiciones, se debe mapear la actualidad al pasado, despertar los sentimientos más reprimidos, principalmente de odio y venganza, arraigados pero escondidos en lo bajo de la sociedad.

  11. Principio de unanimidad: convencer a los individuos de que piensan como todo el resto de la sociedad. Crear una sensación de colectividad, de que todos piensan igual. Si un individuo está convencido de que piensa como los demás, tendrá convicción, y tenderá a intentar convencer a quienes piensen diferente. Quienes no piensen como el individuo, necesariamente serán adversarios.

La cita más famosa de Joseph Gobbels, es una de las más recitadas en todos los ambientes: “una mentira, dichas muchas veces, se transforma en verdad”. A modo de complemento, también se conoce la siguiente: “Miente, miente, que al final algo quedará... ...cuanto más grande sea una mentira, más gente lo creerá..."

Biografía de Joseph Gobbels

Joseph Gobbels nació en Renania el 29 de octubre de 1897, hijo de Fridrich Gobbels y Maria Oldenhausen. A los cuatro años de edad sufrió una osteomielitis causándole una deformación en las piernas, lo que, sumado a su baja estatura, le impidió alistarse en el ejército como voluntario durante la Primera Guerra Mundial. Luego de la guerra, estudió filología en varias universidades alemanas, obteniendo su doctorado en 1921. En 1923 consiguió un puesto en el Banco de Dresde pero lo perdió rápidamente, lo que causó que adoptara definitivamente ideas anticapitalistas, viendo al capitalismo como una conjura del judaísmo (por ese entonces, todos los bancos y periódicos estaban dominados por judíos). Ese mismo año apoyó el “Putsch de Munich” en el cual miembros del Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores (Nazi) intentó infructuosamente un golpe de estado (acto en el cual fueron apresados y condenados a prisión Adolph Hitler y Rudolph Hess entre otros). Desde su unión al partido Nazi, Gobbels propugnó la llegada al gobierno a través de los medios democráticos que ofrecía la República de Weimar (nombre internacional del Imperio Alemán tras la derrota en la Primera Guerra Mundial), encabezando el movimiento propagandístico del partido para las elecciones de 1930. Aunque el partido Nazi no llegó al poder, obtuvo un gran caudal de adhesiones (18%); dos años más tarde casi duplicó dicha cifra. Tras el enorme peso que había cobrado el partido, el presidente von Hindenburg no tuvo alternativa en nombrar a Adolph Hitler como Canciller. Lo que al principio debía ser un simple cargo nominal de vicecanciller negociado por el propio Hitler, tras la inesperada muerte de von Hindenburg Hitler se hizo con el poder absoluto del Reich (imperio) y Gobbels fue nombrado Ministro de Instrucción Pública y Propaganda. Gobbels escribió la casi totalidad de los discursos pronunciados por Hitler, y además le gustaba ser él mismo orador siempre que tuviese oportunidad. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Gobbels, partidario de la guerra total, apeló a todo su potencial para guiar la opinión pública, teniendo éxito hasta la propia caída del Reich, incluso cuando la derrota ya era segura, apelando a la solidaridad. Poco antes de la caída de Berlín, y tras intentar infructuosamente de convencer a Hitler de no suicidarse y en cambio huir, su esposa ordenó envenenar a sus seis hijos (Helga, Hilde, Helmut, Holde, Hedda y Heide, todos comenzados con H en honor a Hitler) con caramelos de chocolate con cianuro; el 1 de mayo de 1945, un día después del suicidio de Hitler y su esposa Eva Braun, Gobbels y su esposa pidieron ser ejecutados fuera del búnker de la cancillería y ser quemados al igual que el Führer. Sus cuerpos fueron encontrados por soldados rusos, al igual que los de sus hijos. En 1973 se les practicó la última autopsia antes de ser destruidos definitivamente. Hasta el último día, Joseph Gobbels fue uno de los mayores y más leales colaboradores de Hitler, y uno de los impulsores más importantes del régimen Nazi. Muchas de sus ideas y prácticas, son aún aplicadas en todo el mundo.

No hay comentarios: